sábado, 5 de mayo de 2007

Sobre velorios, entierros y otros aconteceres.

VELORIO 1













La conmoción dentro de la casa era evidente, todos estaban angustiados, nerviosos, dando respuestas vagas ante preguntas concretas, el teléfono sonaba incansable.

Estabamos solos desde ayer, se sentía una alteración total de las costumbres y rutinas normales de la familia. El abuelo permanecía en cama, entre alucinaciones, siempre grave o casi, en su propio mundo. A la abuela no la había visto, me decían que estaba enferma.

Con el paso de las horas quedamos solos con mamá y una tía. Luego llegó el tío, los mayores intercambiaron palabras y se produjo una explosión de angustia. La abuela. La abuela había muerto y esto al parecer era importante.

El velorio fue en el mismo apartamento. El cajón con las velas, las luces, el gran crucifijo, las flores que empezaban a llegar con ese olor a muerto que luego me perseguiría toda la vida y un gran libro en el que todos escribían algo. De abuela solo veía la cara pálida, como dormida, el cuerpo tapado por tela clara y brillante en una caja adornada en sus bordes por claveles blancos. Fue la primera vez que sentí que existía mucho dolor entre nosotros. Se había ido la hija de italianos en primera generación, esposa de italiano radicado en el país, señorona gorda, cabellos muy blancos, bondadosa, muy amada, oriunda del interior, de "El Durazno", como reza la partida de nacimiento, posteriormente radicada en la Capital cuando aun no existía la Rambla Sur, cuando Carrasco era muy lejos, cuando Capurro era la playa mas codiciada y Punta del Este era solo una punta, allá en el este. Su ciclo ya se había cerrado.

Otro de mis tíos le colocó un pequeño espejo bajo la nariz, lo mantuvo un
tiempo en esa posición y luego llamó a alguien por teléfono: "Parece que mamá se nos fue nomás, así que avisá que no voy... mañana, si, a las 10 me parece..y después vemos... ta que lo parió carajo. Bueno, te espero, te agradezco, un abrazo."


La tensión en el ambiente aumentó, iban a tapar el cajón y todos se despedían de ella. Me casi obligaron a besarla, a mi no me agradaba aquello, porque "eso" no era mi abuela. Faltaba la sonrisa, no irradiaba cariño, había estado quietita en esa caja todo el tiempo sin hacerme un mimo ni hablar con nadie. No quería tocarla, pero me obligaron. Fue como besar un mármol en invierno, una cosa fría y grasosa en medio de ese olor a flores muertas y velas, con luz mortecina y llantos, muchos llantos, llantos que hasta hoy siento.

Cuando me repuse pregunté por que la tapaban y me dijeron que se la
iban a llevar. Desde mis once añitos pensé: "¡Al fin!."


Siempre recuerdo que rara sensacion me causo ver cuando llevaban el
cajón hacia afuera varios hombres con uniformes. Entre tres lo mantenian parado para pasar las puertas. Se sentían ruidos de algo suelto dentro que golpeaba la madera. Los que lo cargaban, sin ningún reparo echaban improperios durante las maniobras. Después muchos coches negros, muchas flores. Mi madre: "Nene, vení acá con nosotros."


La procesión fue lenta hasta llegar a una pared altísima y húmeda con entrada grande, tenebrosa, llena de cruces, mármoles y escrituras. Entre varios bajan la caja, la llevan al interior, donde veo muchos monumentos con nombres, algunos brillantes, con flores, otros con estatuas y placas escritas, otros semiderruídos. Al preguntar donde estabamos, me doy cuenta que acabo de conocer un cementerio. "Donde reposan los muertos", me dijeron.

Varios adultos tomaron la caja por los lados y comenzaron a caminar lentamente. Un olor especial me envolvía, algo que en ese momento no podía entender bien, pero ya comprendería. Finalmente nos detuvimos en una extraña construccion bajita con la tapa abierta y dentro puedo ver otras cajas de madera, pero viejas, incluso rotas y me golpéa un aire rancio, frio, viejo. Es el panteón familiar.

Luego de unos momentos de silencio, unos señores de uniformes grises muy modestos colocaron con voluntad y movimientos bruscos la caja en la boca del panteón, bajandola con unas cintas, dándose indicaciones a los gritos. En algún recobeco de esa cueva depositan el bulto problema del momento, que para mi es el cajón con la abuela adentro. Luego veo como cubren todo con flores y pasados unos minutos iniciamos el recorrido inverso, en esa atmósfera densa.

No le comenté a nadie, pero cuando taparon esa oscura boca, en la tapa
vi mi nombre y eso me impresionó. No era miedo, era curiosidad, por eso pregunté y dijeron: "Es el nombre de tu abuelo, se llamaba como tu". Quedé impactado al saber que mi nombre estaba escrito en la puerta de una de esas cavernas, y más cuando me entere que el abuelo y la familia de la época habían inaugurado ese remolino de tiempo y viniesen de donde viniesen y vivieran donde vivieran, cualquier lugar que fuera, todos los familiares, al fin de sus días, habían ido a parar a ese hueco y estaban alli.

Esto no me agradaba nada, pero el mundo de los adultos es demasiado raro para buscar explicaciones a todas las cosas, por eso - no se si entenderán - al retirarme intuí algo. Luego de caminar unos metros me di vuelta. Con todas esas flores arriba, el panteón parecía tener la panza llena.


VELORIO 2
















Pocos meses después.

Casi toda la familia cercana estaba en casa de los tíos. Todavía se sentía la falta de la abuela y al parecer se estaba por ir el abuelo. Los médicos ya habían dicho que "...noventa-y-seis-años, señora,
noventa-y-seis-años son muchos, ya no se puede hacer nada, solo esperar que pase lo que debe pasar."


En ese momento comenta el mayor de mis tíos que el abuelo tosió, estornudó, eructó y se tiro un pedo. Son buenos síntomas. "Hasta se tomó un poco de caldito el viejo, todavía nos va a dar una sorpresa, el tano es duro y no se va a entregar así nomás". Eso deseaban sus hijos, pero al abuelo sus alucinaciones permanentes ya le habían dicho que se preparara para el próximo viaje, el definitivo, donde se encontraría con la familia que hacia tanto no veía, desde que se fue de Sondrio, Italia, a mediados del siglo pasado, buscando la mayor de sus siete hermanas.

La muerte entraba por su vejez para quedarse, lo liberaría de la cama trampa en la que había pasado sus últimos seis años cuidado como un tesoro, desde donde conversaba con sus alucinaciones, en ocasiones a viva voz en dialecto italiano con sus vecinos de Sondrio. Ese italiano viejo se moría. Ya tenia experiencia en estos asuntos.

Nuevamente el escritorio de la casa se vació de muebles y una caja ocupo el medio del cuarto. Ahora era la cara del abuelo, consumida, seria y placida, marmórea, la que estaba allí. Sentía que pese al dolor, esta pérdida era menos impactante que la de la abuela seguramente por lo anunciada, pero igualmente dolorosa. Nuevamente tuve contacto con el dolor, los chistes de ocasión, las anécdotas, ese olor a flores muertas, a incienso, a velas, esa sucesión de encierro y opresión inolvidable.

Pero todavía mis mas importantes estaban allí, conmigo. Dice mamá: "Vení a despedir al abuelo." Con once años me producía asco el besar "eso" y se lo hice saber a los mayores. Nuevamente me obligaron a besar otro mármol de invierno, grasoso. Aunque me lave la boca varias veces, pero la sensación en los labios no salía. Ahora ya sabia que cuando ponían la tapa al cajón era para llevárselo al cementerio. Y otra vez la caja puesta de pie entre varios, los golpes sordos dentro, la caravana de coches negros, el viaje lento hacia donde ya sabia.

Había llovido, el monumento tenia nuevamente la boca abierta. Mojado, de lejos parecía segregar saliva y el mármol transpirar de ansiedad ante el próximo bocado. Los tonos de gris hacían que lo viese mas pequeño que cuando le dimos a la abuela en su caja. Los mismos hombres intercambiaron indicaciones, tomaron medidas, bajaron y subieron por la boca sin peligro alguno y sin muestras de temor - lo que me confirmó que solo se alimenta de lo muerto - pusieron la tapa con mi nombre en su lugar y por último hicieron una montaña de flores. Al cabo de unos momentos los mayores iniciaron el retorno.

Comprenderán también ahora que tenia que darme vuelta para mirar, más aun cuando me pareció sentir un ruido similar al de un eructo. Por eso miré y lo vi ahora bien lleno, satisfecho, aun sudoroso, masticando complacido.



VELORIO 3














No había pasado un año de lo del abuelo cuando, al parecer, los frenos del ascensor no funcionaron.

Ese accidente estúpido, en la puerta de nuestro apartamento, costo la vida de mi padre y una tía, quizás la mas vital de todas. Esto cambió para siempre a toda la familia, pero ahora radicalmente."Una familia signada por la tragedia", decían los diarios.

El velorio fue impresionante, desgarrador, la rutina se repetía ante mis
ojos por tercera vez. En esos días pedazos de mi, quedaron por todas partes.
Esta vez directamente me obligaron a besar el mármol frío que era mi tía, jure que era la ultima vez, y no porque no la amara, sino porque no lo toleraba. A mi padre no lo besé, me impuse con mis pocos años. Yo lo único que quería era que me lo devolvieran, pero sabia que no era posible. Doce años eran muy pocos para asimilar tanto dolor, al menos para asimilarlo sin que quedara alguna secuela. Aunque uno se sienta ahogándose de la tristeza, la vida dice: "Archívese. Rubro: recuerdos."


Con ella y mi padre se fue la alegría de la familia para siempre. Se convertían repentinamente en un recuerdo. Luego la larga caravana negra llego a destino. Nuevamente la caminata lenta hasta el destino seguro, que yo ya presentía era inapelable, invariable, inevitable. Como siempre, nos acompañaba el silencio de todos y de todo. Permitía sentir el ruido de las suelas de los zapatos rozando las bladosas. Ibamos a alimentar la boca, que yo sabia estaba abierta, esperando. De lejos me di cuenta que al fondo de los panteones existían unas construcciones altas llenas de pequeñas puertitas, como si fuera un gigantesco panal. Algunas estaban rotas, dientes faltantes de una inmensa dentadura. Y nuevamente lo vi, tal como lo recordaba, transpirando, ansioso, hambriento. El monstruo tenia ahora recipientes que decían: ¡MAMA! y ¡PAPA!, como pretendiendo perpetuar el asombro de las perdidas, incluso con las fechas de lo ocurrido, marcando los momentos exactos de anteriores manjares.

Los funcionarios proveedores sirvieron el bocado que traíamos, entraban y salían de las fauces limpiando, arreglando, corrigiendo, conversando, alimentando. Unas palabras tristes en un triste momento y el retorno.

Tal como lo estan suponiendo, mire atrás para verlo bien - que no pensara que a mi me tomaba el pelo como a los otros - y lo vi nuevamente. Había engordado, estaba lleno. Unas plantas que tenia en las jardineras habían crecido en este año y coronando su giba marmórea. El maldito disfrutaba esto. Me pareció que varios panteones a su alrededor también estaban sudorosos, quizás envidiosos de su fortuna. Por la suciedad que tenían, hacia tiempo que no recibían ningún buen bocado. A lo lejos las líneas paralelas de las tapas de esas tumbas como colmenas, insinuaban una curva que las separaba, como sonriendo. Si, sonreían con sus dientes cariados o faltantes, donde se podían ver los cajones rotos, incluso huesos sueltos. Tenían hambre vieja.















El silencio del retorno me permitió escuchar además de las pisadas, el viento entre las ramas de los altos viejos arboles, el aletear de los pájaros, el maullido de algún gato de los que abundan por allí, a lo lejos el mar y otra vez un ruido similar al que produce una digestión luego de una comida copiosa. Los árboles parecían tener sus ramas más juntas, mas llenas de hojas, ser más bajos. Todo condensado, compacto. Empiezo a darme cuenta que están actuando con complicidad, que nuestra tarea es aportar alimento y en ese momento la maquina comienza a funcionar, que para eso esta. Ahora ya lo sabia, alguien tenia que parar esto. Todo el recorrido para salir del cementerio empecé a ver mejor, a entender. Otras personas en otras partes del monstruo alimentaban otras bocas. Comprendí que esto era un inmenso deposito de desechos que saciaban un gigantesco organismo dantesco y que nosotros seriamos luego sus manjares, que ahora solo nos estaban observando, deseando nos apurásemos en volver, pero dentro del envase apropiado.

Nuevamente se había cumplido el rito. Esa noche y muchas noches mas no pude dormir, todo había saltado en pedazos, me mortificaba mi nombre en la piel de la bestia sofocándose con todas esas flores arriba y ese olor, ese maldito olor.

Al parecer la cuota de alimento familiar había sido cumplida con creces, ya que la bestia no nos exigió mas ofrendas durante varios años. Mis mayores me llevaban rutinariamente a visitar sus entrañas, lo limpiaban, arreglaban su pelo vegetal, pulían su giba, hacían brillar mi nombre de bronce, lloraban, intentaban mantener el vinculo entre los dos mundos, mantener el contacto entre dimensiones diferentes, se tenían lástima. Siempre pense que estaban equivocados, siempre sentí que lo que había quedado en la cueva no tenia ninguna vinculación con nosotros. Con el tiempo los que se habían ido seguían en mi recuerdo tal como habían sido, no como sus restos querían hacerme recordar. Lo que había alimentado al monstruo era cascara de fruta divina, intemporal, aun presente, pero cascara al fin. Esto hizo que llegara un momento con el correr de los años, en que no participara en esas visitas con la regularidad que los mayores deseaban - lo que no dejo de traerme muchos problemas familiares - pero había dejado de ser un niño hacia tiempo y no solamente decidí no ir más con ellos, sino que decidí no ir más, directamente. Los míos irían conmigo siempre, jamas morirían. Como lo escribió el poeta, con maestría: "Solo se muere lo que se olvida".



VELORIO 4
















Mi suegro tenia una cita con su destino: Un accidente de tránsito.

La mancha de sangre en plena avenida, las corridas al hospital, el parte medico, la desazón. Nuevamente el dolor, que tanto odio.

Su velorio se efectuó en una casa especialmente preparada para estos efectos, propiedad de una empresa. Ya era un avance. No mas escritorios sin muebles atormentando la mente de los mas pequeños. Pero de todas formas era una casa común y corriente, adaptada. Eran los inicios, luego la cosa se haría mucho mas sofisticada. Insisto, era un buen avance.

La familia concurrió en pleno, con el mismo dolor que en anteriores experiencias. La diferencia la dieron los 25 años. Las cosas a esa edad, se procesan diferente. Pero los coches negros estaban allí y nos llevaron al mismo sitio serpenteando lentamente. Eso no había cambiado, mi participación si, esta vez era uno de los adultos que llevaba cargado el cajón.

El panteón lo vi mas sucio que nunca, descuidado, casi olvidado, enflaquecido, diría, sin ese entorno que mis recuerdos de los 12 años me traían a la cabeza. Vi la tapa de mármol con una de sus esquinas quebrada, la misma negrura y humedad en la cueva que años atrás, la misma rutina en los sepultureros, la tristeza general, la montaña de flores, el retorno.

Al darme vuelta para mirarlo de lejos, no me impresiono saciado, ni sudoroso o satisfecho, lo vi intemporal, venido a menos, pero seguro de si mismo, bien seguro. La entrada de la caverna se había partido, pero mi nombre en bronce seguía allí y él esperaba, siempre esperaba. Me esperaba. Lo que mas me perturbaba era saber que tenia razón, que mas tarde o mas temprano concurriría, en el envase apropiado, para ser devorado por el remolino del tiempo.

Todo el retorno a casa me lo pase pensando como podría evitar ese encuentro... alguna forma existiría.


VELORIO 5
















Con mi padrino, el marino, sentía que vivir no era simplemente esperar a
envejecer y morir, o a tener alguna enfermedad incurable algún día, o un accidente que termine todo, y entre nacimiento y muerte solo trabajar, trabajar, trabajar. Tenia que haber algo mas.


Mi padrino, se puede decir con convicción, gozaba la vida. En su caso la muerte entro por el corazón, precio de años de cigarrillos rubios, café, y el delicioso stress. Del primer infarto logro recuperarse, pero al repetirse a los 30 días la muerte llego para quedarse y se lo llevó. Aun muerto me seguía dando sorpresas. Él había burlado al monstruo, no seria alimento de la bestia, su decisión fue que no le hicieran velorio, ni le trajeran flores. Dejó escrito que luego de un período legal de espera lo cremaran y dejaran que el viento llevase sus cenizas al río que tanto quiso.

Cremación, palabra con la que había tenido solo una relación de conocimiento lejano, ahora alguien muy cercano la utilizaba. No pude menos que pensar en la frustración de la cueva húmeda y gris, con mi nombre en su boca cerrada, burlada por mi padrino bohemio y genial.


VELORIO 6







Con el correr del tiempo las aguas retornaron a su cauce. Por razón natural la familia fue perdiendo a los mas viejos. Mi tío, mi segundo padre, luego de sufrir casi un año la muerte de mi tía, decidió partir. Su corazón claudicó después de una lucha meritoria. Era rutinario y perseverante, el polo opuesto a mi padrino marino. No soportó la perdida de su compañera, su único y gran amor, lo vi despedazarse en pocos meses.

Su sonrisa franca y solidaria aun me acompaña. Ese, su último tiempo, entre sondas, antibióticos y soledad, lo pasamos juntos. Soledad, la gran protagonista que comenzó a sentirse al partir mi tía y que cobraba fortaleza cual un invencible conquistador.

El velatorio era el de los sobrevivientes de aquellos inolvidables horribles días de mi niñez. Los niños de entonces hoy adultos y aquellos adultos hoy ancianos. Ya nunca mas escritorios vacíos, ahora servicios velatorios que fueron religiosamente pagados a pura cuota durante muchos años y de los que uno disfruta con la sola condición de morirse. La sofisticación del sistema es realmente genial. Cuarto para el cajón, enchufes exactos para las luces de los candelabros, sostenes especiales para las flores y la caja. Confortables y prácticos asientos plásticos. Otro cuarto con asientos mas cómodos, previendo la noche que no es fácil de pasar, muchos ceniceros, cuadros que no dicen nada, baño y pequeña sala para el café o te, y como no hay que olvidar las veleidades burguesas que le han metido a nuestro pueblo durante decenios, un empleado de la empresa, uniformado, procura que nada falte y todo este en orden.

A la entrada la cartelera informa cuales son los puestos de los difuntos:
Fulano con el 1A, Mengana con el 3C, Zultano con el 2B, etc. y junto a la
puerta del apartamento un libro para firmar, resabio del pasado. Recuerdo en aquellos tiempos como miraban las firmas mis tías y mamá y los agradecimientos que efectuaban por los diarios o en forma telefónica o personal según la importancia del firmante.


El grueso de la familia llegó sobre las ocho de la noche y entre chistes y recuerdos pasaron las horas. Luego, con cara de circunstancia, "porque los chicos están solos", o "porque me están llamando de la guardia", o "tengo que ir a ver que destrozo esta haciendo el perro", o por cualquier cosa, nos fuimos quedando solos. Quedamos cinco personas: mi madre, mi tía, mi señora, yo y el tío, que tenia su cara serena, intemporal, pues ya había dado el gran paso. Nosotros lo observábamos de este lado, acongojados.

Fue una noche muy triste y unas horas muy largas. Amaneció entre recuerdos de lejanos velorios mas espectaculares, cuando aun existía la familia. Casi cabía decir que: Velorios eran los de antes.

Sobre la hora del entierro nuevamente se juntó algo de familia. "Rapidito vieja, que si no calculo mal, entre que lo sacan y lo entierran, como el cementerio esta cerca, en una hora ya estoy libre de esto. Y las recomendaciones que me hacían: "Fijate bien donde puede haber guardado ese dinero porque como estaba medio loco no sabemos nada", "Nene ¿que vas a hacer con los muebles de cuero y los tapados, tan lindos que son?". Siempre pensé que esas conversaciones, si había que tenerlas, debían esperar aunque sea a tapar el cajón, por un respeto básico, pero no. El tío y yo no estabamos engañados, lo teníamos muy claro.

Ya lo demás es rutinario, pero esta vez la caravana fue pequeña, raquítica, diría, aunque pese a sus carencias, cumplió el cometido fundamental alimentando el remolino, siempre con mi nombre a la entrada. (Aunque sin el brillo de entonces.)

Estos entierros, de compromiso puro para la mayoría, ya no tienen el sentir de los de antes. El dolor, para los que realmente sienten, es el de siempre.


VELORIO 7






Unos meses después falleció mi tía mayor. Su velorio fue casi una copia del del tío. Las mismas movidas de la familia, en los mismos horarios.

Pero mucho mas triste aún, fue la noche, pues llegó un momento en el que estabamos solamente mi señora y yo con ella.

Y cuando tuvo que ir a atender a las niñas, quede yo solo, mi tía en el cajón con su paz y yo en la trampa del tiempo observándola.

Luego, sobre la hora del entierro, nuevamente el pequeño conjunto de familiares apareció. Esta caravana si fue definitivamente raquítica. Como de las salas de velatorio al cementerio no habían mas de cuatrocientos metros y todo fue muy rápido. De aquí para allá, la caminata breve, llenar la cueva que volvía por sus fueros, cerrar la tapa con mi nombre encima, poner unas poquitas flores y volver a la rutina diaria.

Miré hacia atrás. Vi una construcción simple y antigua, algo sucia, revestida en mármol viejo y roto en algunas partes, que solicitaba su pase a retiro. Por momentos imagine la boca escupiendo los viejos huesos atrapados en el remolino del tiempo durante mas de un siglo, luego colapsando sobre sí misma, la giba de mármol hundiéndose en la caverna, las paredes derritiéndose en el mismo foso desapareciendo para siempre del lugar y mi recuerdo. Y allí mismo vi resurgir la tierra que nunca debieron haber quitado, creciendo el pasto y las flores, retornando por sus fueros el olor a vida y la alegría, porque no se debería marcar la muerte, porque la existencia es un eterno pasar, es esa la razón de todo, nosotros hoy estamos y mañana no, pero la humanidad perdura y avanza. La humanidad, razón básica de la existencia.

Por ultima vez dije adiós y salí con la idea de no volver jamas. Ahora lo
tenia claro, no alimentaria esa boca, me convertiría en cenizas y volaría al mar seguramente. A los 48 años había decidido como evitar ese encuentro que el ente creía inevitable. No seria por él que entraría a la otra dimensión, era mi elección utilizar una puerta diferente cuando fuera mi tiempo.


VELORIO 109 (Unos siglos después)

























"Doscientos-cuarenta-y-tres-años son muchos años, querida señora,
doscientos-cuarenta-y-tres-años, que le parece, ya debemos dejar que
pase lo que tiene que pasar, espero que lo entienda.


El quinto transplante de tejido biónico hepático no logró mantener la frecuencia del mecanismo electrosinérgico del resto de los tejidos biónicos, y había quedado fuera de sintonía la bomba
termocardíaca, produciendose un desequilibrio que ni siquiera la
biomedicina del siglo XXII podía solucionar. De allí el comentario del
medicoingeniero. Los tataranietos del que se moría sentían una gran
perdida. Para ellos el tatarabuelo había sido como un bisabuelo.


Los cerebros bioelectronicos de control determinaron que que había llegado a un punto crítico. Los sistemas anularon el flujo de información, todos los indicadores volvieron a la línea de base. Había muerto el 45% de tejido humano que quedaba en ese organismo. El 55% de sustituyentes biosinergicos habían sido desconectados por el sistema de control, solo quedaba iniciar el proceso de desintegración normal.

Los mas viejos aun recordaban los velorios de aquellos tiempos.

Los jóvenes hacían chistes sobre esas practicas arcaicas y grotescas.

Luego de unos momentos de dolor, cumpliendo la Ley, el mayor de los
vivos, el mas viejo de los bisabuelos, con el dedo índice de su mano debía
apretar el botón rojo del sistema.
No tenia importancia que fuera una mano biónica, implantada luego del accidente mas de 80 años atrás y sin ningún tipo de temblores, ya que la enfermedad de Parkinson que había heredado de algún pariente de generaciones anteriores, había sido solucionado con un simple implante cerebral de células dopaminergicas, cultivadas en el laboratorio de enfermedades neurofisiologicas.

Esto mas de 120 años atrás.

Un profesional le comentaba a otro colega: "El verdadero problema hoy por hoy, es el asunto de las asinergias de los ritmos, en los sistemas bioenergeticos. Ya no queda ninguna enfermedad de las que sufrían estos viejos, pero siempre aparecen cosas nuevas."

Entonces el dedo bionico apretó el botón rojo. Se puso en marcha el mecanismo del sistema de reconversión material, una impresionante onda de energía térmica se volcó sobre la cascara del bisabuelo, vaporizándola instantaneamente.

Los familiares y el personal de función, observaban protegidos tras la
cápsula de aislamiento térmico. No había lagrimas.
El retorno a casa fue instantáneo por medio del desintegrador-integrador inventado en los inicios del siglo, medio de transporte aun no superado, pese a su antigüedad. Luego de unos días de desajuste, la familia retorno a su normalidad. Por pura coincidencia, en el mismo lugar donde estaba el complejo aéreo en el que residían, dos siglos atrás había existido un cementerio.

Estos antiguos, tener lugares así de angustiantes, en sitios tan hermosos como este, frente a las aguas del río...


Montevideo 1993